Todos los «bichos» que se acercan a la charca lo hacen siempre con prudencia, miran y remiran antes de entrar, y vigilan… Pero lo de este gazapillo me pareció más que eso. Sus gestos, sus andares, su mirada, su actitud, eran de lo que los humanos llamamos miedo. Tal vez por ser un mamífero me parecieron más cercanos sus gestos y no pude evitar pensar «qué malo es ser la comida de todos» o, como diríamos en nuestro lenguaje humano, «qué malo es vivir con miedo».
Se puso a beber a unos 3 metros del hide, tan cerca que no entraba de cuerpo entero en el tele y opté por hacerle un retrato en vertical. Encuadre original.